No he podido escribir algo de ti, que me libre del recuerdo fugaz de nuestra infancia juntos, de los domingos de pesca y caballos, de mi idolatría por ti y tu rebeldía que al paso de los años hice mi bandera.
Nunca he podido dirigirme a ti sin cuestionar qué tanto me he inventado, y cuantos atributos adornan mis recuerdos. Tengo algunas certezas, como ese amor que siempre nos tuvimos, como lo que lloré cuando te fuiste, como el miedo en la cara de mi madre cuando dejé de hablar porque no estabas, como el exilio al que me condenaron si no te superaba.
A ti te mataron hace casi 30 años. Te borraron del mapa, me dijeron que nunca volverías.
Y yo les creí, lloré y te guardé duelo, te idealicé y te adorné la imagen. Convertí al drogadicto en caballero, y al ladrón en mesías.
Después de un tiempo me convencí a mi misma de que serías mi guarda, mi norte y te nombre en las noches , y alimenté recuerdos que mutaron en cuentos del hermano mayor que siempre quise, te subí al pedestal de la incoherencia y me construí un pasado de tu mano.
Pasaron muchos años, décadas de recuerdos ahumados de nostalgias y un día hablamos de ti, con aquellos que en mi verdad maltrecha, serían los responsables de tu ausencia. Me dijeron que andabas deambulando por la calle cual nómada indigente, sin nombre y sin familia. Que te habían olvidado tras buscarte unas noches por los barrios.
Y yo te recordé, te llamé en mi silencio, te pedí que me hablaras en mis sueños, pero ya no viniste. Recordé los caballos y la pesca, nuestra infancia feliz, las cicatrices que en su tiempo ardieran. Y sin embargo no pude ver tu rostro, ni escuchar tus palabras claramente.
Hace unos días saliste en un mensaje. Un mensaje banal y sin sentido anunciando tu muerte y yo no pude ya llorar tu ausencia.
A ti te mataron hace casi 30 años, te borraron del mapa y yo quedé esperando a que volvieras, a que me llevaras a donde sea que fueras. Y por eso creí que estabas muerto. Porque no cupo en mi cabeza que me hubieras dejado y olvidado.
Hoy sé que hay prisiones peores que las barras, que las drogas destruyen, que abandonan, que te hacen olvidarte de los tuyos, de la infancia feliz con tus hermanos, de los caballos y la pesca un domingo cualquiera.
Ahora lo se, y sin embargo cuando cierro los ojos, me doy cuenta que dejé de esperarte y de haberte seguido, me hubieras condenado a tu destino.
Descansa en paz hermano. Hasta siempre.
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